Hoy, jueves 26 de noviembre, es mi cumpleaños. Y claro, parece casi inevitable echar la vista atrás y recuperar algunos recuerdos. No deja de sorprenderme cómo funcionan los mecanismos del recuerdo y la memoria; ¿porqué escogemos unos y no otros? En fin, se me escapan tantas cosas...
El caso es que el martes puede participar en una interesante sesión a cargo de Julio Pitlik organizada por los entrañables amigos de FCAC. Y de vuelta a casa reflexionando sobre lo vivido me di cuenta de lo prisioneros que somos del tiempo. O mejor dicho, de lo microrepartido que lo tenemos. Los que nos dedicamos a la formación a menudo intentamos meter con calzador en nuestras sesiones lo que simplemente no cabe. Es algo que ya sabía, pero Julio me lo puso de nuevo enfrente de una forma tal que uno no puede escaparse a su responsabilidad. Decía él en plan medio guasón entre otras muchas cosas), si pretendo servir agua en un vaso que ya contienen mucha, o espero a que la persona la beba y digiera, o simplemente se derramará. Obvio, de perogrullo, mi admirado Yoriento tal vez lo tacharía de consultolabia. Pero demasiadas veces nos olvidamos de ello.
Y no me preguntéis porqué me vino a la cabeza aquellos interesantes ciclos de cine que hace ya demasiados años había en la 2, lo que antes llamábamos la segunda cadena. A mi me parecían geniales, durante semanas cada día señalado a la misma hora se programaba una película sobre un director o un actor en concreto. Hubo ciclos sobre Hitchcock, Ford, Hawks, Welles entre otros muchos. Y en esa época las pelis iban a las 10, nada de horas exóticas para acentuar las ojeras del personal. Si te gustaba el autor, pues nada, podías degustar con calma y paciencia una buena parte de su obra. Para muestra, un botón, echadle un vistazo con detalle a la programación recomendada por el ABC en una semana cualquiera de AGOSTO de 1984...
Y no me preguntéis porqué me vino a la cabeza aquellos interesantes ciclos de cine que hace ya demasiados años había en la 2, lo que antes llamábamos la segunda cadena. A mi me parecían geniales, durante semanas cada día señalado a la misma hora se programaba una película sobre un director o un actor en concreto. Hubo ciclos sobre Hitchcock, Ford, Hawks, Welles entre otros muchos. Y en esa época las pelis iban a las 10, nada de horas exóticas para acentuar las ojeras del personal. Si te gustaba el autor, pues nada, podías degustar con calma y paciencia una buena parte de su obra. Para muestra, un botón, echadle un vistazo con detalle a la programación recomendada por el ABC en una semana cualquiera de AGOSTO de 1984...
Eso ahora parece poco menos que imposible en una cadena mayoritaria, todo va mucho más rápido y es más superficial. Ahora el consumo es inmediato y evasivo. Fridge movies; pelis donde la única condición es que metas el cerebro en la nevera. Tiempo para evadirse, para no pensar. Es la era del zapeo, de aquí para allá hasta que los ojos pidan tregua, de la inmediatez. Es el tiempo de competir por un punto de audiencia a cualquier precio. Así que nadie se toma en serio casi nada: si una serie no triunfa en el segundo capítulo pues se cancela y listo. Si alguien emite un partido de fútbol importante, se contraprograma con algo de poco valor artístico; ¿para qué esforzarse? Y lógicamente, las cosas medianamente interesantes acaban machacadas a anuncios o emitidas de madrugada.
A los profesionales de la formación se nos piden cursos (¿o deberíamos llamarles microcursos?) de poquísimas horas con unos objetivos demasiado ambiciosos. Se busca ofrecer conocimientos y mejorar habilidades en concentradas píldoras que con frecuencia tienen una efectividad dudosa. Los motivos, la escasez de tiempo (otra vez el troceo) y de dinero (visto como gasto, no como inversión).
Y claro, pasa lo que pasa. Nos empeñamos en echar más agua en un vaso en el que no cabe más, con el peligro de causar inapetencia, hastío o indigestión. No hay paciencia, se quiere el cambio y la mejora inmediata y eso no puede ser.
Aprender requiere una actitud activa, no pasiva. Y además requiere esfuerzo, dedicación y constancia. No se trata de nadar a contracorriente, pero hay que ir asumiendo que será más honesto ajustar los objetivos a algo realizable asumiendo la realidad del aprendizaje.
4 comentarios:
Felicidades por el post, pero sobre todo felicidades por tu cumple! ;). Desde luego, el tiempo corre, pasa, vuela...en eso no tenemos control, pero sí creo que tenemos el poder de poder gestionar cómo pasa y sobre todo la utilidad que le damos a ese tiempo. Un saludo y hasta pronto
Muchas gracias! Efectivamente lo mejor que podemos hacer es escoger activamente qué hacemos con nuestro tiempo; un abrazo!!
Felicidades con retraso, Agustí. Unos días después del mío ;)
La metáfora del agua en el vaso parece cada día más aplicable a lo que está pasando: muchos consultores, formadores y expertos calmando la sed de trabajadores que no la tienen...
Muchas gracias Alfonso! Veo que soy follower en otra cosa más... ;-D
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